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Uso de pantallas en niƱos y adolescentes y trastornos en el neurodesarrollo

El uso de pantallas entre niños y adolescentes ha experimentado un aumento exponencial en las últimas décadas, impulsado por la accesibilidad a dispositivos como teléfonos inteligentes, tabletas, computadoras y consolas de videojuegos. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los niños de entre 5 y 17 años deberían limitar su tiempo de pantalla a un mÔximo de dos horas al día, excluyendo el tiempo dedicado a actividades educativas. Sin embargo, investigaciones recientes indican que la mayoría de los jóvenes exceden este límite considerablemente, con un promedio de entre 4 y 7 horas diarias de exposición a pantallas, lo que incluye, fuera del trabajo escolar, actividades de ocio como videojuegos, redes sociales y visualización de contenido en plataformas de video (Asociación Americana de Pediatría, 2019).

Este uso excesivo de pantallas ha generado preocupaciones entre expertos en salud, quienes han identificado una relación entre la sobreexposición y el desarrollo de trastornos en el neurodesarrollo, como el déficit de atención con hiperactividad (TDAH), trastornos del espectro autista (TEA), trastorno de ansiedad generalizada (TAG) y retrasos en el desarrollo del lenguaje. La OMS incluyó en 2019 el "trastorno por uso de videojuegos" en su Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11), lo que subraya la creciente preocupación por los efectos negativos del uso excesivo de tecnología.

Las pantallas son herramientas que, aunque ofrecen beneficios educativos y sociales, presentan desafíos en términos de salud neuropsicológica. El acceso temprano y prolongado a estas tecnologías ha transformado la forma en que los niños interactúan con el mundo, y ha alterado patrones de desarrollo esenciales. Por ejemplo, se ha evidenciado una correlación entre el uso intensivo de pantallas y problemas en la calidad del sueño, disminución en la actividad física y un aumento en la ansiedad y los comportamientos impulsivos. AdemÔs, estudios neurocientíficos han comenzado a explorar cómo la estimulación constante y rÔpida que ofrecen las pantallas podría alterar la capacidad de atención y el procesamiento cognitivo en los menores (Radesky et al., 2020).

Por lo tanto, se plantea un reto a nivel global sobre cómo equilibrar el uso de la tecnología digital con las necesidades de desarrollo saludable en la infancia y la adolescencia, promoviendo un enfoque basado en el bienestar integral.


Comparativo internacional (legislaciones y estadĆ­sticas)

A nivel mundial, varios países han comenzado a implementar políticas y regulaciones para controlar el tiempo de pantalla y mitigar sus efectos negativos en los niños y adolescentes. Estas políticas varían considerablemente según el contexto cultural y económico, pero comparten el objetivo común de proteger el desarrollo infantil y adolescente frente a los riesgos asociados con el uso excesivo de dispositivos digitales.

Por ejemplo, en Francia se ha promovido una regulación estricta sobre la exposición de los niños menores de tres años a las pantallas. Desde 2013, el Consejo Superior Audiovisual prohíbe los programas de televisión dirigidos a niños menores de tres años y se recomienda enfÔticamente a los padres que no introduzcan pantallas en las rutinas de sus hijos en esta etapa crítica del desarrollo. AdemÔs, el gobierno ha lanzado campañas de concientización sobre los efectos negativos del tiempo de pantalla en la salud y el bienestar de los niños.

En Corea del Sur, país con una de las tasas mÔs altas de uso de tecnología, el gobierno ha implementado una legislación específica para controlar el "uso problemÔtico" de dispositivos electrónicos. En 2011, el país introdujo una "Ley de apagón" que prohíbe a los menores de 16 años acceder a videojuegos en línea entre la medianoche y las seis de la mañana. Aunque esta ley fue eliminada en 2021, marcó un precedente en el reconocimiento de los problemas asociados con el uso excesivo de pantallas, en particular en el Ômbito de los videojuegos.

En China, la regulación también ha sido estricta en cuanto al uso de pantallas. En 2021, el gobierno impuso restricciones severas que limitan el tiempo de juego en línea para menores a solo tres horas por semana, una medida sin precedentes que busca combatir el creciente problema de adicción a los videojuegos. AdemÔs, el país ha establecido medidas para limitar el acceso a contenido inadecuado y proteger a los menores de la exposición a contenidos perjudiciales.

En contraste, otros paƭses como Estados Unidos y Reino Unido han adoptado un enfoque mƔs basado en recomendaciones que en legislaciones estrictas. En Estados Unidos, la Academia Americana de Pediatrƭa ha establecido directrices para que los padres limiten el uso de pantallas a una hora diaria para los niƱos de entre dos y cinco aƱos y fomenten el uso de medios de alta calidad y supervisados para niƱos mayores. En Reino Unido, se promueve un enfoque equilibrado, animando a los padres a que equilibren el tiempo de pantalla con la actividad fƭsica y el sueƱo, pero sin restricciones legales estrictas.

En términos estadísticos, un estudio de Common Sense Media reveló que, en 2021, los adolescentes estadounidenses pasaban un promedio de 7 horas y 22 minutos al día frente a pantallas, excluyendo el tiempo dedicado a actividades educativas. Para los niños de entre 8 y 12 años, este promedio es de 4 horas y 44 minutos al día. Un dato interesante es que el 53% de los adolescentes afirma sentirse dependiente de sus teléfonos móviles, y el 59% de los padres se muestra preocupado por el tiempo de pantalla de sus hijos. En comparación, en Corea del Sur, un estudio del Korea Communications Commission indicó que los adolescentes surcoreanos pasaban un promedio de 5 horas diarias frente a pantallas en 2020. Estas cifras destacan la magnitud del desafío global que representa el tiempo de pantalla en la infancia y la adolescencia.

En CanadÔ, un informe de Statistics Canada reveló que los niños y adolescentes de entre 5 y 17 años pasan alrededor de 3 horas diarias usando dispositivos electrónicos para el ocio. Sin embargo, se observa una disparidad significativa en adolescentes mayores (15-17 años), quienes reportan un uso promedio de hasta 5 horas diarias en actividades recreativas digitales. El informe también indica que el uso prolongado de pantallas estÔ vinculado a un incremento en problemas relacionados con el sueño y la actividad física reducida.

En México, un estudio realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en 2021 reveló que el 67% de los adolescentes de entre 12 y 17 años utilizan internet de manera diaria, siendo los teléfonos inteligentes el dispositivo mÔs común. Este mismo informe indica que el 44% de los adolescentes pasa mÔs de 4 horas al día en actividades no educativas frente a la pantalla, como redes sociales, videojuegos y videos en línea.

En Argentina, un estudio de Unicef (2020) destacó que el 70% de los adolescentes de entre 13 y 18 años reportan estar conectados a internet por mÔs de 3 horas diarias. AdemÔs, el informe resalta que el 45% de los adolescentes usa su tiempo de pantalla principalmente en redes sociales, mientras que un 25% lo destina a videojuegos. Estos datos son consistentes con estudios en otros países de la región que sugieren un aumento significativo del tiempo frente a pantallas durante la pandemia de COVID-19.

En Brasil, una encuesta realizada por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) en 2021 encontró que el 92% de los adolescentes entre 10 y 19 años utilizaban internet de manera diaria, y pasaban un promedio de 5 horas y media al día en actividades recreativas frente a pantallas. Esta cifra representa un aumento considerable en comparación con años anteriores, lo que ha encendido alarmas sobre la salud mental y física de los jóvenes en el país.

En Costa Rica, el uso de pantallas entre niños y adolescentes ha mostrado un crecimiento significativo en los últimos años. Según la Encuesta Nacional Niñez, Adolescencia y Tecnologías Digitales realizada en 2023, aproximadamente el 95.3% de los adolescentes del país tiene al menos una red social activa, y los jóvenes de entre 9 y 17 años reportan un uso frecuente de dispositivos móviles, principalmente para actividades de entretenimiento, comunicación y aprendizaje. 

El comparativo internacional muestra que, si bien algunos países han tomado medidas mÔs drÔsticas que otros, hay una creciente preocupación mundial por los efectos del uso excesivo de pantallas en los jóvenes. Las estadísticas reflejan una tendencia alarmante, que exige no solo regulaciones mÔs estrictas, sino también un cambio en las políticas educativas y de salud pública.

Estos datos estadísticos reflejan una tendencia similar a nivel global: el tiempo de pantalla entre niños y adolescentes ha aumentado significativamente, lo que plantea un desafío importante para la salud pública y el desarrollo de políticas que mitiguen los efectos adversos. Los esfuerzos de diferentes gobiernos y organismos internacionales subrayan la importancia de implementar estrategias que limiten el uso de pantallas y protejan el bienestar físico y mental de los jóvenes.



Efectos en los niƱos y adolescentes

Efectos anatómicos

Los avances en neurociencia han permitido a los investigadores estudiar cómo el uso de pantallas afecta la estructura y función cerebral. El estudio del NIH que mencioné anteriormente encontró que los niños que pasan mÔs de siete horas al día frente a pantallas muestran un adelgazamiento mÔs rÔpido de la corteza cerebral, un fenómeno que normalmente ocurre de forma natural con la edad, pero que podría estar acelerado debido a la sobreexposición digital. Esto tiene implicaciones serias, ya que la corteza cerebral es responsable de funciones críticas como la toma de decisiones, el razonamiento y la planificación.

AdemÔs, las investigaciones sugieren que la sobreestimulación visual y auditiva generada por dispositivos electrónicos puede influir negativamente en el desarrollo de Ôreas cerebrales relacionadas con la autorregulación y el autocontrol, como el lóbulo frontal. Un estudio publicado en Nature Communications (2019) descubrió que los niños que usan videojuegos o redes sociales por mÔs de tres horas al día muestran una menor actividad en la corteza prefrontal, una región clave para el desarrollo de la capacidad de planificar y controlar impulsos.

Otro efecto anatómico significativo estÔ relacionado con los trastornos del sueño. El uso de pantallas, particularmente antes de acostarse, afecta la producción de melatonina, una hormona esencial para regular el ciclo del sueño. La exposición a la luz azul emitida por los dispositivos electrónicos inhibe la producción de melatonina, lo que retrasa el inicio del sueño y reduce la calidad del mismo. Esto a su vez afecta el desarrollo cerebral, ya que el sueño es crucial para consolidar el aprendizaje y la memoria en los niños y adolescentes.

AdemÔs de los efectos en el desarrollo cerebral, otro aspecto anatómico crucial es el impacto del uso prolongado de pantallas en la actividad física y el bienestar general. El tiempo excesivo frente a pantallas estÔ directamente relacionado con un aumento del sedentarismo, lo que conlleva problemas de salud como la obesidad y la disminución de la condición física en niños y adolescentes. El sedentarismo derivado del tiempo frente a pantallas limita las oportunidades de los menores para realizar actividades físicas, lo cual es esencial para un desarrollo saludable. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los niños y adolescentes deben realizar al menos 60 minutos diarios de actividad física moderada o intensa para mantener un estado físico y mental adecuado. Sin embargo, el aumento del uso de pantallas reduce significativamente el tiempo dedicado a actividades al aire libre y ejercicios, favoreciendo una tendencia hacia la obesidad infantil.

Un estudio de la American Academy of Pediatrics (2020) señaló que el uso excesivo de pantallas se ha convertido en uno de los factores mÔs relevantes en el aumento de la obesidad infantil. Los niños que pasan mÔs de tres horas diarias frente a una pantalla tienen una mayor predisposición a desarrollar hÔbitos de alimentación poco saludables, debido a la exposición a publicidad de comida chatarra y la costumbre de comer mientras usan dispositivos electrónicos. Estos comportamientos no solo contribuyen a la obesidad, sino que también aumentan el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2 a edades tempranas.

La falta de ejercicio físico debido al uso excesivo de pantallas también afecta el desarrollo muscular y esquelético, lo que puede llevar a problemas posturales y debilidades musculares en la infancia y adolescencia. Así como ha representado un problema auditivo por el uso excesivo de audífonos y a volúmenes altos.


Efectos lingüísticos

En términos lingüísticos, la exposición a pantallas, especialmente a edades tempranas, se ha relacionado con retrasos en el desarrollo del lenguaje. Este efecto es mÔs evidente en los niños que pasan largas horas frente a contenido pasivo (como videos o televisión), donde no hay interacción verbal. Según un estudio de Madigan et al. (2019), los niños menores de cinco años que pasaban mÔs de dos horas al día frente a una pantalla tenían el doble de probabilidades de presentar retrasos en la adquisición del lenguaje en comparación con aquellos que pasaban menos tiempo.

El problema radica en que, durante la primera infancia, el desarrollo del lenguaje depende en gran medida de la interacción social, que incluye hablar, escuchar y responder a los demÔs. La falta de estas interacciones debido al uso prolongado de pantallas reduce las oportunidades de que los niños practiquen y mejoren sus habilidades lingüísticas. AdemÔs, la preferencia por la comunicación digital en adolescentes (mensajes de texto o redes sociales) puede contribuir a una disminución en la riqueza del vocabulario y la fluidez verbal en interacciones cara a cara.


Efectos cognitivos

Desde una perspectiva cognitiva, el impacto del uso de pantallas se observa en diversas Ôreas, como la atención, la memoria y la capacidad de resolución de problemas. El contenido digital, en especial los videojuegos y las aplicaciones de redes sociales, estÔ diseñado para proporcionar una gratificación instantÔnea, lo que puede disminuir la capacidad de los niños para concentrarse en tareas que requieren esfuerzo mental sostenido, ademÔs de no construir resiliencia, negociación y perseverancia. Los estudios han mostrado que el uso excesivo de pantallas estÔ vinculado a dificultades para mantener la atención en tareas académicas, lo que puede derivar en un menor rendimiento escolar.

Un estudio realizado por Christakis et al. (2018) mostró que los niños que estÔn expuestos a pantallas durante mÔs de dos horas diarias, especialmente a contenido rÔpido e intermitente (como videos de YouTube o videojuegos), tienen mÔs dificultades para desarrollar habilidades cognitivas como la resolución de problemas y la planificación. Esto se debe a que el cerebro se acostumbra a la rÔpida recompensa que ofrecen las pantallas, afectando la capacidad de los niños para gestionar tareas mÔs complejas que requieren paciencia y enfoque prolongado.

AdemÔs, la multitarea digital (ver televisión mientras se usan redes sociales, por ejemplo) estÔ relacionada con una menor capacidad de almacenamiento en la memoria de trabajo, que es crucial para el aprendizaje. La capacidad de retener y manipular información a corto plazo es esencial para el rendimiento escolar, y las interrupciones constantes del uso de dispositivos digitales pueden afectar negativamente esta función cognitiva.

Por ende, obtenemos resultados como que, en Costa Rica, en 2022, alrededor del 3.35% de los adolescentes no estaba recibiendo educación formal. En el 2023, se reportó un aumento del 142% en la población de adolescentes de entre 15 y 17 años fuera del sistema educativo. El desinterés en la educación formal y la falta de conexión con las expectativas de los jóvenes han sido señalados como principales causas. 


Efectos en habilidades sociales

El impacto en las habilidades sociales de los niños y adolescentes que pasan largas horas frente a pantallas es significativo. Las interacciones cara a cara, que son fundamentales para el desarrollo de la empatía y la comprensión de las normas sociales, se ven reducidas cuando los menores prefieren la comunicación digital. Esto tiene consecuencias no solo en la capacidad de formar y mantener relaciones interpersonales, sino también en el desarrollo de la inteligencia emocional.

Un estudio de Twenge y Campbell (2018) concluyó que los adolescentes que dedican mÔs tiempo a la interacción en redes sociales y menos a actividades sociales presenciales tienden a mostrar niveles mÔs altos de ansiedad y depresión. Las interacciones digitales carecen de elementos esenciales para el desarrollo social, como el contacto visual y el lenguaje corporal, lo que limita la capacidad de los jóvenes para leer las emociones de los demÔs y responder de manera adecuada en contextos sociales reales.

AdemƔs, el cyberbullying (acoso en lƭnea) ha emergido como una consecuencia preocupante del uso intensivo de redes sociales, contribuyendo al aislamiento social y al deterioro de la salud mental en los adolescentes. Este tipo de acoso es especialmente prevalente entre los adolescentes, afectando su autoestima y bienestar emocional.




Efectos conductuales

En el Ômbito conductual, el uso excesivo de pantallas, especialmente cuando se trata de videojuegos violentos o contenido inadecuado, ha sido vinculado a un aumento en comportamientos agresivos e impulsivos. La exposición repetida a escenas de violencia en videojuegos o series puede desensibilizar a los jóvenes frente a situaciones de la vida real, disminuyendo su capacidad para gestionar conflictos de manera pacífica.

Según Gentile et al. (2017), los niños que pasan mÔs tiempo jugando videojuegos con contenido violento tienden a mostrar niveles mÔs altos de agresión y menores habilidades de resolución de conflictos en comparación con aquellos que no estÔn expuestos a este tipo de contenido. AdemÔs, el tiempo de pantalla también afecta la capacidad de los niños para regular sus emociones, lo que puede llevar a comportamientos impulsivos o rabietas en situaciones de estrés.

El uso prolongado de pantallas también estÔ relacionado con adicciones tecnológicas y el mal manejo de las emociones. Uno de los fenómenos mÔs estudiados en los últimos años es la adicción a los videojuegos y la adicción a las redes sociales, que ya son reconocidas por la OMS como trastornos del comportamiento. Estos trastornos se caracterizan por una pérdida de control sobre el uso de la tecnología, lo que afecta negativamente las actividades diarias, el rendimiento académico y las relaciones personales, tanto en los que se refiere a las habilidades sociales como al cambio en la percepción de las relaciones interpersonales al tener acceso a la pornografía.


Efectos en la salud mental

Los niños y adolescentes que pasan largas horas en redes sociales o videojuegos pueden desarrollar una dependencia psicológica de estos estímulos, experimentando ansiedad, irritabilidad o frustración cuando no pueden acceder a ellos. Este comportamiento adictivo es particularmente preocupante en adolescentes, quienes estÔn en una etapa crítica para el desarrollo de habilidades sociales y emocionales.

Por otro lado, la gestión emocional también se ve afectada. Los estudios sugieren que el uso excesivo de pantallas puede reducir la capacidad de los niños para manejar sus emociones de manera efectiva, debido a la constante sobreestimulación sensorial y la falta de oportunidades para practicar la autorregulación. Por ejemplo, los videojuegos de ritmo rÔpido y las interacciones en redes sociales, donde predominan los "me gusta" y los comentarios instantÔneos, fomentan una búsqueda constante de gratificación inmediata, lo que dificulta la capacidad de tolerar la frustración y esperar recompensas a largo plazo.

Esto puede llevar a comportamientos impulsivos y dificultades en el manejo de situaciones conflictivas. Según un estudio de Gentile et al. (2017), el uso excesivo de videojuegos estÔ relacionado con un mayor riesgo de comportamientos agresivos, ya que los niños y adolescentes que consumen contenido violento tienden a imitar ese comportamiento en situaciones reales, lo que refleja una falta de control emocional. AdemÔs, el uso inadecuado de redes sociales puede exacerbar la presión social y la comparación constante con otros, lo que contribuye a la ansiedad y baja autoestima, aumentando el riesgo de depresión y problemas de salud mental en los adolescentes.

El uso excesivo de pantallas, ha sido vinculado a un incremento significativo en problemas de salud mental entre los jóvenes. Según el Global Mind Project, los jóvenes que recibieron su primer smartphone antes de los 10 años presentan mayores niveles de angustia emocional, pensamientos suicidas y dificultades para relacionarse socialmente. Por el contrario, aquellos que recibieron su primer dispositivo alrededor de los 18 años mostraron una mejora en su bienestar emocional y social, lo que subraya la importancia de retrasar el uso de estos dispositivos para proteger la salud mental de los menores.

En Costa Rica, la situación de la salud mental es alarmante. Entre 2020 y 2022, se consumaron 1.206 suicidios, de los cuales el 82% correspondió a hombres. AdemÔs, los intentos de suicidio crecieron un 62% entre 2020 y 2022, con 2.896 intentos en 2022. Durante los primeros cinco meses de 2023, los intentos de suicidio aumentaron en un 10,3% en comparación con el mismo período del año anterior, afectando principalmente a jóvenes de entre 10 y 24 años. Los intentos de suicidio en este grupo representan el 58% del total de casos en el país. AdemÔs, se ha observado un incremento de hasta 200 casos semanales de depresión en algunas regiones, siendo los adolescentes y mujeres los mÔs afectados.

Con estos datos, se puede demostrar que el impacto del uso de pantallas no solo afecta el desarrollo cognitivo y social, sino que también tiene un profundo efecto en la salud mental de los jóvenes, lo que subraya la urgencia de tomar medidas preventivas desde edades tempranas.


Acciones de mitigación para los gobiernos

Ante los crecientes problemas derivados del uso excesivo de pantallas en niños y adolescentes, los gobiernos juegan un papel clave en la implementación de estrategias para mitigar los efectos negativos y promover un uso responsable de la tecnología. Estas acciones deben ser multidimensionales, abarcando la educación, la salud pública y la regulación del acceso a contenidos digitales.


1. Implementación de políticas de uso responsable de la tecnología

Los gobiernos deben establecer directrices claras sobre el uso de pantallas para menores, basÔndose en recomendaciones de organismos internacionales como la OMS y la American Academy of Pediatrics. Estas directrices deben enfocarse en limitar el tiempo diario frente a pantallas, promover contenidos de calidad y regular la exposición a videojuegos y redes sociales.

Por ejemplo, algunos países como Francia han prohibido la publicidad de programas de televisión para menores de tres años y han lanzado campañas nacionales para concienciar a los padres sobre los riesgos del uso excesivo de pantallas. Corea del Sur ha liderado con políticas como la "Ley de apagón", que restringía el acceso a videojuegos en línea durante la noche, y mÔs recientemente ha introducido programas de educación sobre el uso saludable de la tecnología en las escuelas.

Los gobiernos deben desarrollar campañas públicas que informen a los padres y educadores sobre los peligros del uso excesivo de pantallas y cómo gestionar este aspecto en el hogar y las escuelas. Esto también incluye fomentar la alfabetización digital en la sociedad, enseñando a los jóvenes a usar la tecnología de manera consciente y productiva. AdemÔs, controlar la exposición a contenidos comerciales inapropiados, como la publicidad de alimentos no saludables, videojuegos con microtransacciones, o aplicaciones que puedan fomentar conductas adictivas. No se trata solo de recomendaciones o directrices, sino de un marco integral que combina legislación, educación pública y colaboración tecnológica para garantizar un uso mÔs saludable y controlado de la tecnología por parte de los menores.


2. Legislación y regulación del contenido digital

Es fundamental que los gobiernos creen marcos regulatorios para proteger a los menores de los contenidos perjudiciales. Esto incluye limitar el acceso a contenidos violentos o inapropiados y regular la publicidad dirigida a niños en plataformas de redes sociales y videojuegos. Los organismos gubernamentales deben trabajar junto a las empresas tecnológicas para establecer controles parentales mÔs robustos y mejorar las herramientas de moderación en línea.

AdemƔs, se deben imponer restricciones mƔs estrictas sobre los videojuegos que incluyen microtransacciones y sistemas de recompensa que pueden fomentar conductas adictivas. Un ejemplo por seguir es el enfoque de China, donde el gobierno ha limitado las horas que los menores pueden dedicar a videojuegos en lƭnea y ha introducido controles mƔs estrictos sobre los juegos que fomentan el gasto excesivo de dinero a travƩs de mecanismos de compra en aplicaciones.


3. Promoción de la actividad física y el bienestar

Los gobiernos también deben invertir en programas de salud pública que fomenten la actividad física y el bienestar integral de los niños y adolescentes. Esto incluye campañas para reducir el sedentarismo derivado del uso de pantallas y la promoción de actividades al aire libre, deportes y ejercicios regulares. Las escuelas juegan un papel clave en esta estrategia, al proporcionar tiempo y espacios dedicados a la actividad física diaria, que combatan los efectos negativos del sedentarismo, como la obesidad y los problemas posturales.

CanadĆ”, por ejemplo, ha lanzado el programa ā€œParticipACTIONā€, que promueve la actividad fĆ­sica en jóvenes mediante la integración de actividades recreativas y deportivas en las escuelas y comunidades. Este tipo de iniciativas no solo combate el sedentarismo, sino que tambiĆ©n ayuda a mejorar la salud mental de los niƱos y adolescentes.


4. Educación emocional y estrategias de regulación emocional

Para enfrentar los desafíos relacionados con el manejo de las emociones y las conductas adictivas vinculadas al uso excesivo de pantallas, los gobiernos deben promover programas educativos que enseñen a los niños a gestionar sus emociones de manera saludable. Esto incluye integrar la educación socioemocional en el currículo escolar, donde se enseñen habilidades como la autorregulación, el manejo de la frustración y la resolución de conflictos.

Por ejemplo, en Finlandia, los programas educativos incluyen módulos sobre el manejo emocional y la resolución de problemas, que ayudan a los niños a desarrollar herramientas para enfrentar situaciones difíciles sin recurrir a la tecnología como una vía de escape. Este tipo de iniciativas puede reducir la dependencia tecnológica y mejorar las habilidades socioemocionales en los jóvenes.


5. Investigación y monitoreo continuo

Finalmente, los gobiernos deben apoyar la investigación continua sobre el impacto del uso de pantallas en el neurodesarrollo, de modo que las políticas puedan adaptarse a los nuevos hallazgos científicos. Es esencial establecer programas de monitoreo que rastreen el tiempo de pantalla, el acceso a contenidos, y los efectos a largo plazo en la salud física y mental de los niños y adolescentes.

Estados Unidos, por ejemplo, a través del National Institutes of Health (NIH), ha iniciado un estudio a largo plazo que sigue a miles de niños para analizar cómo el uso de pantallas afecta su desarrollo cerebral, cognitivo y emocional. Este tipo de investigación proporciona una base de evidencia necesaria para ajustar y mejorar las políticas públicas sobre el uso de pantallas.


6. Inclusión de una asignatura sobre el funcionamiento cerebral y su protección

Un aspecto fundamental para mitigar los efectos negativos del uso excesivo de pantallas y otras prÔcticas que afectan el neurodesarrollo es la educación sobre el cerebro. Los gobiernos, en conjunto con los sistemas educativos, deberían considerar la inclusión de una asignatura específica que enseñe a los estudiantes cómo funciona el cerebro humano y cómo pueden protegerlo. Este tipo de materia podría enfocarse en explicar conceptos bÔsicos del neurodesarrollo, cómo se estructura el cerebro y cómo el uso de pantallas, la falta de sueño, el sedentarismo y otros factores afectan su salud.

Esta materia no solo ofrecería una base científica sobre el funcionamiento cerebral, sino que también fomentaría la conciencia sobre la salud mental y emocional. Los estudiantes aprenderían a identificar señales tempranas de problemas relacionados con la tecnología, como la adicción, y desarrollarían habilidades para regular el uso de pantallas de manera autónoma y responsable. Asimismo, podría incluirse el impacto del ejercicio físico, el sueño adecuado, y la alimentación en el funcionamiento cerebral y el bienestar general.

Iniciativas similares ya se han implementado en países como Finlandia, donde los programas escolares incluyen módulos sobre la inteligencia emocional y el bienestar mental. Incorporar una materia de este tipo ayudaría a los estudiantes a comprender mejor sus cerebros, tomar decisiones mÔs informadas y adoptar hÔbitos que favorezcan su desarrollo integral.

La prevención y el conocimiento sobre el cerebro desde una edad temprana podrían ser herramientas clave para reducir la incidencia de problemas como el estrés crónico, la depresión, al ansiedad y los trastornos de conducta asociados al uso excesivo de tecnología. Al enseñar a los niños y adolescentes cómo proteger su cerebro, estaríamos contribuyendo a la construcción de una sociedad mÔs sana, tanto física como mentalmente.


En conclusión, los gobiernos deben adoptar un enfoque proactivo y multidisciplinario para abordar los riesgos asociados al uso de pantallas en niños y adolescentes. A través de la regulación del contenido y de la oferta, la promoción del bienestar físico y emocional, y la educación digital, se pueden mitigar los efectos negativos y fomentar un uso saludable y equilibrado de la tecnología.

El uso excesivo de pantallas entre niños y adolescentes representa un desafío global que afecta tanto su desarrollo físico como mental. Los efectos anatómicos, lingüísticos, cognitivos, sociales y conductuales documentados subrayan la necesidad urgente de abordar esta problemÔtica desde un enfoque integral. Si bien la tecnología es una herramienta poderosa, su mal uso puede generar consecuencias negativas a largo plazo en las futuras generaciones.

Por ello, es imperativo que los políticos y responsables de la formulación de políticas públicas actúen de inmediato, y apoyen a las familias. Las regulaciones sobre el uso de pantallas, la promoción de actividades físicas, la implementación de programas de educación emocional y la protección contra contenidos nocivos deben ser prioridades en la agenda de salud pública y educación. Invertir en el bienestar integral de los niños y adolescentes hoy garantizarÔ una sociedad mÔs saludable y equilibrada en el futuro. Este es un llamado a los gobiernos a comprometerse con políticas efectivas que mitiguen los efectos negativos de las pantallas, fomentando un entorno que priorice el bienestar y el desarrollo saludable de los mÔs jóvenes.




MSc. SofĆ­a Miranda Fumero

Neuropsicóloga

Psicopedagoga


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